¿Podemos anticiparnos al futuro a través de los sueños?
- Aunque no hay consenso científico, personajes como Abraham Lincoln han tenido sueños premonitorios que se han cumplido
- El investigador Enrique Ramos y la periodista Clara Tahoces exploran en Terror en blanco los sueños premonitorios


Soñaba que se sumergía en un lago, luchando por salvar su vida y la de un hombre cuyo rostro nunca lograba distinguir. Se despertaba agitado, confuso, aterrorizado, sin entender por qué esa pesadilla se repetía una y otra vez. Años más tarde, el 13 de junio de 1886, su cuerpo fue hallado flotando en las aguas del lago Starnberg (Alemania), junto al cadáver del rey Luis II de Baviera. El doctor Bernhard von Gudden, su médico personal, había soñado su final antes incluso de aceptar el trabajo. Y de manera recurrente.
No fue el único. El naturalista Edwyn Reed, director del Museo de Historia Natural de Concepción, en Chile, soñó con una tumba de mármol blanco que llevaba su nombre, su cargo y una fecha: 7 de diciembre de 1910. Era el día de su muerte. Ese mismo 7 de diciembre de 1910, falleció.
También el expresidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, una semana antes de su asesinato, acudió en sueños a un velatorio en el Salón Este de la Casa Blanca. El suyo. Rodeado de soldados y dolientes ante un ataúd se vio así mismo. "Quien está ahí es el presidente. Lo han asesinado", le dijeron en su pesadilla.
¿Casualidad? ¿Coincidencia? ¿O advertencias llegadas desde lo más profundo del subconsciente? En Terror en Blanco, con María Paredes, la periodista y escritora Clara Tahoces y el investigador e instructor del Instituto Monroe de Estados Unidos, Enrique Ramos, se adentran en un viaje onírico para explorar el misterio de los sueños premonitorios. ¿Qué secretos nos revela nuestra mente cuando cerramos los ojos?
El fenómeno de estos sueños lleva siglos intrigando a la humanidad. Siempre han existido, pero continúan desafiando a la ciencia. No hay respuestas claras, y el debate sigue abierto dentro de la comunidad científica. "Hay quienes piensan que no existen, que son fruto de la causalidad", señala Clara Tahoces.
Sin embargo, también son muchos los que defienden que, quizá, los sueños nos pueden estar diciendo algo. Que hablan, avisan, y a veces, predicen. "Cuando ocurren casos tan concretos, puedes llegar a sospechar de la causalidad", reconoce.
"Los sueños premonitorios son un tema muy complejo", añade Ramos. Todo lo que forma parte de lo onírico lo es. Más aún hoy. "En la antigüedad, los sueños eran fundamentales. Ahora, no. Tenemos la cabeza llena de problemas y no le damos la importancia suficiente a esos mensajes que recibimos por las noches", explica.
Vivimos entre el estrés, la inmediatez y las prisas. No estamos para acertijos. Nunca mejor dicho. Porque ahí, en la sutileza, sostiene Ramos, radica otra de sus grandes complejidades. "Solo los reconoces una vez ha sucedido lo que anunciaba. Es muy raro encontrar a alguien que entienda un sueño premonitorio y actúe. Casi siempre lo interpretamos a posteriori". Y muchas veces, ni siquiera eso.
Solo nos paramos a pensar en un sueño cuando algo nos sacude. Cuando algo nos cambia la vida, para bien o para mal. Entonces, y solo entonces, la mente rebobina. Busca señales, pistas, alertas que sabe que estaban ahí, pero que no supimos leer. Ni en nuestro idioma ni en el tiempo correcto.
Porque, efectivamente, esos mensajes estaban. De formas diversas, o en voces más o menos claras. Da igual. Según el investigador Eric Wargo, autor de Time Loops, siempre están. Y es que todos, "absolutamente todos nuestros sueños son premonitorios".
"Wargo asegura que cada vez que soñamos algo, eso se manifiesta luego en la vida cotidiana con un retraso de unas semanas o un mes como máximo", cuenta Ramos. Y no suelen ser tragedias o giros del destino espectaculares. Casi siempre nos revelan circunstancias diarias. Cosas pequeñas. Detalles tan insignificantes que pasan totalmente desapercibidos.
¿Quién se acordaría, por ejemplo, de un sueño que te sitúa en una cafetería en la que hay una persona con un jersey azul? "Puede que lo soñaras unas semanas antes y luego lo vivas, pero no eres consciente de haberlo soñado. No te acuerdas. Sin embargo, según su teoría, todos los sueños adelantan fragmentos de la realidad", expone Ramos.
Aunque, quizá, la pregunta no es tanto quién se acordaría de un sueño en una cafetería normal y en una circunstancia habitual, sino ¿por qué soñamos con algo días antes de que ocurra? ¿De dónde procede esa información?
"Nadie sabe exactamente por qué se producen este tipo de sueños", responde Tahoces. Pero, en su opinión, todo apunta a que durante el sueño accedemos a una especie de archivo de información. "De alguna manera, abrimos una puerta que nos lleva a cuestionarnos si hay una parte del futuro prefijada. Si puedes soñar con algo que aún no ha pasado, tal vez es porque ese acontecimiento está marcado en tu vida", comenta.
Dormir y soñar, dos necesidades vitales
Al dormir, nos libramos de los filtros y la censura que aplicamos en la vigilia. Reaccionamos distinto. Somos diferentes. Somos libres. "En esa libertad quizá nuestro pensamiento vaga con total sinceridad", sugiere Tahoces.
De ahí la importancia de dormir. Y soñar. Porque reposar no es un lujo ni un capricho. Se trata de una necesidad. "El proceso de dormir tiene una parte puramente biológica que es imprescindible. A partir de las 90 horas de su privación, comienzan las alucinaciones", advierte la periodista.
Y dormir es el primer paso para soñar. Sin lo uno, no se produce lo otro. Y sin ello, no hay descanso. Porque el descanso debe ser físico, pero también mental. Soñar nos permite vaciar lo que nos pesa, ordenar lo que no entendemos y empezar el día un poco más ligeros. Es equilibro. Es salud.
Por eso, coinciden Ramos y Tahoces, aprender a soñar y a interpretar los sueños es transformador y curativo. "Llevar un diario de sueños es un ejercicio muy recomendable y sano", sugiere Tahoces.
Escribir nada más despertamos aquello que recordamos de la noche, por breve o absurdo que pueda parecernos, puede dar resultados sorprendentes.
"Cuantos más sueños vas apuntando, más vas recordando", asegura Tahoces. Y ahí es cuando, tal vez, empiezas a observar patrones, símbolos, repeticiones. Incluso cuando comienzas a tomar precauciones. A cambiar. Y a sospechar que a lo mejor todo lo que parecía aleatorio, no lo era tanto.